Miedos y montañas

Miedos y montañas

Subir una montaña es mucho más que una actividad física. Es un reto emocional, mental y espiritual. Desde que decimos que queremos ir, nace una lista de miedos y dudas que nos acompañan durante todo el camino.

 ¿Y si me caigo? ¿Si me canso? ¿Hay animales?
 ¿Qué pasa si no llego a la cumbre?
¿Y si me duele la cabeza, mal de altura o me falta el aire?
¿Estoy lo suficientemente preparada?
¿Y si le tengo miedo a las alturas?

Estos son algunos de los miedos que he tenido en la montaña y creo que es un reflejo del día a día.

El miedo es parte del camino

Una de las primeras cosas que aprendes es que el miedo no se va, se acepta. Sentirlo no es sinónimo de que no puedas; significa que estás prestando atención. Es tu cuerpo diciéndote: "esto importa". Lo importante no es evitar el miedo, sino aprender a caminar con él, a escucharlo y transformarlo en preparación, prudencia y respeto por lo que estás por vivir.

"¿Y si no llego a la cumbre?"

Una de las dudas más comunes. Subir una montaña parece tener como único objetivo alcanzar la cumbre. Pero quienes lo hemos vivido sabemos que la cumbre no es lo más importante, es el proceso. Es cada paso, cada respiración, cada pausa para ver el paisaje. No llegar no es sinónimo de fracaso. Decidir regresar a tiempo también es algo inteligente y de amor propio.

Recuerda que tu vida vale más que una cumbre.

💡 TIP TETON: Aprende a redefinir el éxito. En la montaña, deberíamos priorizar que regresar a tu casa vivo y sano es lo más importante. Porque hay muchas cosas que no podemos controlar y que pueden salir mal. 

 "¿Y si me pasa algo?"

Sentir miedo, inseguridad o ansiedad al pensar en un camino expuesto es completamente normal. No todos nacimos para amar las alturas, pero eso no significa que no puedas intentarlo. La clave está en prepararte con el equipo correcto, escoger rutas seguras e ir con personas con experiencia.

💡 TIP TETON: Confía en tu equipo. Una buena mochila con soporte lumbar, bastones, ropa técnica, hidratación constante y compañeros que te escuchen pueden hacer una gran diferencia en tu seguridad y confianza.

Una de las cosas que más me gustan de la montaña es que la gente siempre te ayuda; no importa si no lo conoces, ellos te van a ayudar. La primera vez que subí el Izta tenía mucho miedo al momento de bajar el glaciar y un señor que no conocía me ayudó a bajarlo.

El cuerpo también tiene miedo

Aprender a escuchar tu cuerpo, detenerte, comer, tomar agua y descansar cuando lo necesitas es parte de volverte un montañista. El dolor de cabeza por la altitud, el cansancio físico, las náuseas o el malestar general también aparecen en el camino. Pero no es señal de debilidad. Es señal de que tu cuerpo está haciendo un esfuerzo para adaptarse. Si los síntomas de mal de altura persisten, es momento de bajar.

💡 Tip Teton: Lleva siempre electrolitos, snacks y una manta térmica o liner ligero como los de Teton para abrigarte en descansos o en caso de bajadas de temperatura inesperadas.

La montaña te da lo que necesitas, no lo que esperas. Te enseña a soltar el control, a estar presente, a valorar lo esencial. Subir no solo es un ejercicio de fuerza física: es un acto de valentía interna. Cada paso que das con miedo, cada decisión que tomas con consciencia, te hace más fuerte.

La próxima vez que te preguntes: ¿Y si no puedo? Recuerda: el primer paso no lo das en la montaña, lo das cuando decides intentarlo a pesar del miedo.

¡Nos vemos en la montaña!

 

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