Carta para las mamás de hijos aventureros

Carta para las mamás de hijos aventureros

El ABC para pies post-trekking Leyendo Carta para las mamás de hijos aventureros 3 minutos Siguiente ¿Cómo lavar tu casa de campaña?
Esta carta está dedicada a todas esas mamás valientes que, con un nudo en la garganta y el corazón acelerado, despiden a sus hijos e hijas rumbo a una montaña, una pared de roca, un bosque o cualquier rincón salvaje donde sienten que están vivos.
Si tú eres una de ellas…

 ¡Feliz Día de las Madres!

Mamá,

Desde chica fui esa niña inquieta que siempre estaba cubierta de tierra, con los zapatos llenos de lodo y las bolsas llenas de piedras “especiales” que encontraba en el camino.

Era esa niña que no podía quedarse quieta, que prefería treparse a un árbol antes que jugar con muñecas, la que hacía “experimentos” con ramas, insectos y cuerdas, y que se perdía en la imaginación construyendo casas en el bosque con sábanas viejas y palos.

Sé que no fue fácil criarme.

Nunca quise que me peinaras, ni las blusas planchadas para la escuela. Yo quería correr, brincar, estar descalza, sentir el aire y oler a flores que encontraba.

Tú, con una paciencia infinita, estuviste ahí en cada competencia, en cada nuevo deporte que intenté —porque claro, los probé todos. Y aunque no siempre sabía qué estaba buscando, tú sí sabías que, tarde o temprano, lo iba a encontrar allá afuera.

Y un día... encontré la montaña.

Descubrí un mundo donde podía ser yo.
Donde la fuerza no estaba en la apariencia, sino en las piernas que avanzan a pesar del cansancio, en la mente que se concentra y en el corazón que late al ritmo de la naturaleza.

Sé que cada vez que te digo:

 “Mamá, me voy de expedición”. Algo dentro de ti se aprieta.

Sé que no duermes bien cuando sabes que estaré en un glaciar, cruzando un río helado o escalando una pared vertical. Sé que te preocupas, aunque me veas fuerte. Sé que a veces finges calma para no transmitirme tu miedo, pero lo siento, y eso solo me hace valorarte más.

Antes de cada salida, me repites como un mantra:

“Respeta a la montaña… y cuídate mucho”.

Y aunque no siempre tengo señal, tú me mandas mensajes preguntando si ya bajé, si comí, si estoy bien.

Y cuando por fin regreso —quemada por el sol, cansada, pero con una sonrisa que no me cabe en la cara— me siento frente a ti a contarte cada detalle.

Tú me escuchas con los ojos brillosos y el alma en paz.
Porque estoy bien.
Porque volví.
Porque lo logré.

Mamá...

Gracias por dejarme volar aunque te cueste.
Gracias por no ponerles freno a mis sueños, por más descabellados que parezcan.
Gracias por prepararme los snacks que me encantan, por ayudarme a empacar, por llevarme a la central o al aeropuerto, por abrazarme fuerte como si quisieras quedarte conmigo… pero dejarme ir.

Gracias por no tratar de detenerme y, en cambio, ser parte de la aventura.

Mamá…
Gracias por amarme como soy.
Por confiar en mí.
Por ser mi ancla…
Y dejarme volar.

¡Feliz Día de Mamá!


¡Nos vemos en la montaña!

 

Y tú, ¿qué opinas?

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