Una historia desde Illimani, Bolivia
Llevo años subiendo montañas. Las cumbres me han enseñado mucho, pero las veces que no he llegado a la cima... me han enseñado más.
Hace poco estuve en Bolivia, intentando conquistar el Illimani, una montaña técnica e imponente que supera los 6,400 metros de altura. No era una meta cualquiera. Había estado meses entrenando: sacrificando salidas, ajustando mi alimentación, despertándome temprano para correr, cargar peso y adaptarme al frío. Todo lo había hecho con el corazón puesto en esa cumbre.
Antes del Illimani, habíamos subido cuatro montañas de más de 5,000 metros. El cuerpo ya lo resentía, el cansancio se acumulaba, pero las ganas seguían intactas. Estábamos listos.
El día que subimos a campo alto, el cielo decidió ponernos a prueba. Llovió y nevó; cada paso con mochila pesada se sentía como si la montaña nos estuviera preguntando: ¿de verdad quieres llegar?
Pero ahí íbamos, con una sonrisa, compartiendo risas y chocolate entre amigos. Mi cordada, una persona que quiero mucho y en quien confío profundamente, me dijo esa noche:
"Me siento cansado, voy a comer y descansar. Mañana les digo si subo o no. "No quiero arruinarles la cumbre".
Dormimos bajo las estrellas, en una noche helada; yo creo que llegamos a -20 °C, con el alma vibrando de emoción. El día siguiente comenzó con pasos lentos, crampones clavándose en la nieve que derrumbaba como arena. Llevábamos unos 600 o 700 metros cuando mi cordada se detuvo, me miró y dijo: "No puedo más. Hay que regresarnos".
💡 Tip Teton: En expediciones largas, la comunicación dentro de tu equipo es tan importante como el equipo técnico. Escucha, habla y respeta los ritmos de cada quien.
Cuando el corazón quiere seguir… pero los pies se detienen
Yo ya lo presentía. Pero cuando escuché esas palabras, algo en mí se rompió. Lloré en silencio.
Teníamos 350 metros positivos avanzados y la cumbre estaba a 900 metros positivos más. Estábamos tan cerca. Pero si uno se va, la cordada completa debe bajar. Esa es la regla de oro en alta montaña. No es negociable. La seguridad siempre es primero.
💡 Tip Teton: En montañas técnicas como Illimani, es crucial entender que las decisiones no siempre son individuales. Tu equipo es tu fuerza, pero también tu límite. Elige bien con quién caminas.
Me costó trabajo aceptarlo. Me sentí frustrada. Pensaba: "Él sabía que quizás no llegaría, ¿por qué intentarlo?" “Me preparé tanto para este momento y aquí se acaba, quiero seguir, por favor”.
Pero luego, horas más tarde, bajó la otra cordada y nos dijeron que no habían logrado llegar tampoco. Que la nieve les llegaba a la cintura, que el esfuerzo era brutal y el peligro de avalancha era real.
Más allá de la cima
Y ahí lo entendí. La montaña no se mide en metros, se mide en aprendizajes. En resiliencia. En esas lágrimas amargas que se transforman, con el tiempo, en gratitud.
No llegué a la cumbre. Pero tuve una aventura increíble. Las risas, los paisajes, las conversaciones a media madrugada, el café caliente compartido con manos temblorosas... Eso no lo borra ningún cambio de ruta.
💡 Tip Teton: La cima es solo un punto en el mapa. Lo importante es regresar con vida, con historias y con ganas de volver a intentarlo.
Hoy, semanas después, sigo recordando ese momento con una mezcla de emociones. Pero una cosa es segura: volveré al Illimani. No por venganza, sino por amor. Porque la montaña me enseñó que las metas se postergan, pero nunca se cancelan.
Gracias, montaña, por enseñarme que no siempre se gana subiendo. A veces se gana sabiendo cuándo parar.
Gracias a mi cordada por la honestidad.
Gracias a mi guía por contenerme cuando casi sale mi monstruo del glaciar.
Y gracias a mí, por tener el coraje de volver con la frente en alto, aunque el corazón se quedara un rato allá arriba.
¡Nos vemos en la montaña!
– Caro