Querida yo del pasado,
Estás a punto de entrar a un mundo que va a cambiarte para siempre. No lo sabes todavía, pero la montaña se convertirá en tu refugio, en tu maestra y en ese espacio donde descubrirás tanto tu fuerza como tu vulnerabilidad. Habrá momentos de felicidad inmensa, de sonrisas compartidas en la cima y de paisajes que te robarán el aliento. Y también habrá otros momentos de miedo, cansancio y dudas en los que querrás soltar la toalla. Pero tranquila, porque nunca caminarás sola: siempre habrá alguien que cruce contigo el camino o que te espere al pie con un abrazo.
La montaña te enseñará la dualidad de la vida: días donde el clima será perfecto, en los que avanzarás ligera como el viento, y otros donde, pese a todo tu esfuerzo y preparación, tendrás que regresar antes de tiempo. Y eso también está bien. Porque, al final, la montaña siempre tiene la última palabra y la cumbre no lo es todo. Lo importante es lo que vivas en el camino.
Recuerda siempre que tu vida es primero que cualquier cima. Escucha a tu cuerpo, respétalo y aprende a detenerte cuando sea necesario. La cumbre nunca se moverá, pero tu bienestar sí puede perderse si no lo priorizas.
Cuida tu equipo. Invierte en unos buenos bastones que alivien tus rodillas, una mochila con correas en la cintura y en el pecho para distribuir el peso, y no olvides esa manta térmica que en más de una ocasión te dará abrigo cuando la temperatura baje de golpe.
No subestimes los detalles pequeños: guantes (sí, el derecho y el izquierdo), bloqueador solar de amplio espectro, lentes con filtro UV3 o 4. Son esos accesorios los que marcan la diferencia entre un día disfrutable y una experiencia que querrás olvidar.
Habrá días de triunfo, donde conquistarás cumbres que parecían imposibles. Y habrá días de frustración, donde el mal de altura, el frío o el cansancio te obligarán a regresar. Pero aprende a agradecerlos todos, porque cada paso —avanzando o retrocediendo— te hace más fuerte, más sabia y más consciente.
Querida yo, también quiero adelantarte algo: en el camino encontrarás amores, amistades profundas y momentos que quedarán tatuados en tu memoria. Te enamorarás bajo cielos estrellados, compartirás silencios que dicen más que mil palabras y habrá días en que tu corazón se sentirá roto, como cuando una tormenta te sorprende en medio del ascenso. Pero todo eso forma parte de este viaje: la montaña también enseña a sanar.
Y lo más importante: recuerda disfrutar el camino. La montaña no solo se mide en cimas alcanzadas, sino en risas alrededor de la fogata, en pláticas profundas, en ese café compartido al amanecer o en la soledad de un camino interminable.
Recuerda caminar ligera, en todo sentido. Quita peso de tu mochila, pero también de tu mente. La montaña es un lugar para soltar cargas innecesarias y abrazar la simplicidad.
Con cariño,
Tu yo del futuro